Uno de los edificios más emblemáticos y flamantes de esta ciudad, el Alcázar, ha sido pasto de las llamas en varias ocasiones desde que se alzó como tal en el siglo X.
Pero, sin duda, el incendio más devastador fue el que acaeció el 9 de enero de 1887. Poco o casi nada quedó de la reconstrucción proyectada cinco años antes por el General Marqués de San Román para instalar la Academia General Militar. Según los escritos de la época, el “fuego permaneció con virulencia durante tres días y no se apagó completamente hasta pasado un mes”.
Precisamente, la reforma planeada por el Marqués de San Román también tuvo su origen en otro incendio. En 1810, durante la invasión francesa, el edificio fue presa de las llamas sufriendo daños irreversibles. Las consecuencias pudieron ser más fatídicas si cabe, teniendo en cuenta los cargamentos de pólvora custodiados en el Alcázar. De haber explotado, media ciudad hubiera saltado por los aires.
La leyenda popular culpa a las tropas francesas de este desastre, pero lo cierto es que nunca se pudo demostrar.
Cien años antes, en 1710 y en plena Guerra de Sucesión, el Alcázar ya había sufrido otra quema de envergadura, quedando prácticamente en ruinas.
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