Antiguamente los bomberos se enfrentaban al fuego a través de las denominadas bombas de mano que, junto a una cámara de aire comprimido, expulsaban el agua de manera continuada.
Con la llegada de la revolución industrial y las maquinas de vapor, se incorporó dicha tecnología a los vehículos utilizados por estos profesionales, haciéndolos demasiado pesados para trasportarlos entre varios hombres. De este modo, recurrieron a los animales para desplazar de un lugar a otro la maquinaria de extinción de incendios.
Habitualmente, los parques de bomberos estaban compuestos por dos o tres plantes: una planta baja donde se encontraban las caballerizas y se alojaban los caballos, junto a una segunda o tercera donde vivían los profesionales del fuego. El problema llegó cuando estos mamíferos aprendieron a subir las escaleras rectas, alcanzando las plantas superiores (aunque luego no fuesen capaces de bajar). Para evitar este tipo de circunstancias, todas las estaciones de bomberos instalaron escaleras en forma de caracol, algo completamente imposible de escalar para un animal de tales dimensiones.
Años después, fueron conscientes de que estas escaleras de caracol solo desaceleraban a los bomberos, y en el año 1870, David Kenyon (un bombero de Chicago) instaló un poste que recorría las instalaciones de arriba a abajo, de manera que estos podían deslizarse por dicha barra mucho más rápido que bajar las escaleras enrolladas, mejorando el tiempo de respuesta ante un incendio.